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El Universal
OPINION
Venezuela: el partido del caos

THE ECONOMIST

Cuando la fuerza policial de una capital tiene dos estructuras de mando rivales, su principal autopista es bloqueada con barricadas incendiadas y la única manera en que su alcalde puede dar un mensaje personalmente al Congreso es cuando va en compañía de un escuadrón antimotines de la Guardia Nacional, la palabra caos parece la más adecuada. Cuando el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) tiene que tomar una residencia casi permanente en un país, debido a que es la única forma en que el Gobierno y la oposición dialoguen, la ingobernabilidad es la próxima palabra que viene a la mente.

Este vocabulario se ha convertido en el habitual de la prensa diaria para los venezolanos, cuando la populista revolución del presidente Hugo Chávez se desmorona y el mandatario continúa preguntándose en público a qué se debe la conmoción.

En la madrugada del sábado 16 de noviembre, Chávez hizo lo que sus opositores habían pronosticado desde hace tiempo: tomó el control de la Policía Metropolitana (PM) de Caracas; o más bien, trató de hacerlo. La justificación dada para este acto inconstitucional fue que el alcalde Alfredo Peña, feroz detractor de Chávez, estaba usando la fuerza policial para fines políticos personales, arriesgando las vidas y la seguridad de los residentes de Caracas. El resultado fue una peligrosa disputa, en la que el Ejército y los efectivos de la Guardia Nacional, equipados con ametralladoras y vehículos blindados, intentaban imponer un nuevo liderazgo en la PM contra la voluntad de la mayoría de sus funcionarios.

La intervención fue idea del ala radical 'Talibán' conformada por aliados del presidente: el lugarteniente Diosdado Cabello, ministro del Interior y Justicia; el general Jorge García Carneiro, jefe de la Guarnición Militar de Caracas; y Freddy Bernal, ex miembro de la PM que ahora es alcalde del Municipio Libertador de la capital. El ensordecedor silencio del Alto Mando de la Fuerza Armada y del ministro de la Defensa sugería que fueron dejados al margen de la iniciativa.

Autoritario e incompetente

Una de las razones para la toma de la policía, según alegan grupos de la oposición, es que Chávez está provocándolos deliberadamente. Su objetivo es hacerlos abandonar las negociaciones presididas por César Gaviria, jefe de la OEA, y evitar un inminente referendo sobre su presidencia. No puede descartarse el llamado estado de excepción, que le permitiría la suspensión de ciertas garantías constitucionales. Sin embargo, el precio a pagar es alto. Al no poder asumir el control de la policía, Chávez queda no sólo como autoritario, sino también como incompetente. En otras palabras, se ha convertido en el principal miembro del partido del caos.

Para el mundo entero, y en particular para Estados Unidos, esto crea un serio dilema. Washington, enredado como está en la confrontación con Irak, no puede darse el lujo de que haya un caos en los campos petroleros de Venezuela. En los últimos seis meses, ha estado tratando de congraciarse con el Presidente, alegando que sería riesgoso derrocarlo. Ahora esa apreciación tendrá que revisarse. Los comentarios del Departamento de Estado ya han comenzado a sugerir un regreso a la fría relación de comienzos de 2002.

Pero, ¿qué se puede hacer? Con respeto a las leyes, la OEA debería insistir con su nueva Carta Democrática ante Chávez, quien casi seguramente viola sus disposiciones sobre la separación de poderes. Sin embargo, Venezuela es un importante exportador de petróleo y pocos gobiernos de la región, si es que acaso hay alguno, pueden digerir la idea de una confrontación. Además, desafiar a un gobernante elegido por el pueblo podría sentar un precedente que posiblemente sea contraproducente para ellos. En el pasado, Chávez ha tirado la toalla sólo cuando ha encarado una fuerza militar superior. ¿Podría llegarse a eso de nuevo?

Traducción Teresa León
http://buscador.eluniversal.com/eudcontent/viewArticle.do?articleId=1148220

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