Caracas, 20 de julio de 2004

He leído con consternación los comunicados emitidos por Williams Cárdenas para  perturbar la dignidad de Mohamad Merhi y el profesionalismo y entereza de mis amigos Juan Carlos Sosa, Alfredo Romero, Antonio Rosich y Gonzalo Himiob.

A pesar de las dificultades que estamos viviendo en Venezuela por hacer efectivo y obtener el “sí” en el Referéndum Revocatorio presidencial, he decidido tomarme la pausa para escribir estas afectadas palabras y conjurar tan penosa injuria.

El señor Cárdenas fue un gestor que sirvió de enlace con los abogados españoles  para interponer ante la Audiencia Nacional española la causa por crímenes de Lesa Humanidad contra el presidente Chávez. España era un eslabón de los muchos que se recorrerían y se recorrieron antes de llegar a La Haya. Vale mencionar que para tal fin no sólo se ha trabajado con abogados españoles, se trabajó con abogados en México, Washington, Florida, Londres, Nueva York y Francia. Con ninguno de estos se presentó inconveniente en este tránsito, sólo con Cárdenas.

El problema surgió en un momento de la relación profesional –y si se quiere amistosa– cuando fuimos enterados de la pretensión del señor Cárdenas de solicitar recursos económicos en “nombre de la causa”, situación que violaba acuerdos fundamentales con las víctimas y con la misma razón de ser de la acción, razón por la cual le fue solicitado que parara su afán de pedir dinero. Esto pareció no agradarle mucho.

Cárdenas hizo circular un documento firmado en Madrid el 3 de octubre de 2003 (“Trabajos y previsiones financieras”) en el que a pesar de reconocer “su renuncia frente a las víctimas a la percepción de honorarios”, solicita dinero a empresarios para sufragar “ciertos gastos” porque “él iba a enjuiciar a Chávez”.

A algunos de esos empresarios les pareció sospechosa aquella petición. Tuvieron el buen gesto de informarnos e incluso sugerirnos prestar atención a la solicitud de Cárdenas porque les parecía peligrosa. Según ellos, nadie podría solicitar recursos en condiciones tan contradictorias y raras. Esto debía tratarse de un error.

En su solicitud, gracias a Dios, Cárdenas pedía recursos para él. El gobierno seguramente no encontró vínculo alguno (como no lo encontrará porque no lo hay) que relacionara a Merhi. Sin embargo, la causa que tan celosamente se ha intentado desvincular de “políticos” y de “financistas” pudo haber sido afectada por la acción irresponsable de Cárdenas. Por eso se le solicitó que detuviera su afán alocado de pedir recursos y que informara sobre cualquier gestión que pretendiera hacer en ese sentido. De ahí en adelante la relación cambió y Merhi y sus abogados se han visto involucrados en una campaña de desprestigio y de difamación sin precedentes por parte de Cárdenas.

Estimo que es muy fácil escribir y juzgar con semejante desparpajo a un grupo de luchadores venezolanos cuando uno se encuentra lejos, digamos, en el Olimpo europeo. Nadie que esté bregando, sudando, padeciendo en carne propia y luchando con sus uñas contra el régimen político de Venezuela se atrevería a ofender con semejante desprendimiento y frialdad a Merhi y al grupo de abogados que defienden la causa de Lesa Humanidad. Es imposible. Los que hemos luchado nos conocemos y, aunque desde diferentes frentes, a todos nos motiva una misma esperanza: la libertad y la justicia. Hace falta ser forastero o gobiernero para arremeter con tal inclemencia contra unos que han puesto en peligro todo (incluso sus vidas) por impedir la impunidad y por recuperar la nobleza en su país, poniendo en su sitio nacional e internacionalmente al gobierno. Un mínimo de sentido común, algo de humanidad y una escasa capacidad de análisis coyuntural sobrarían para mantener al menos un indicio de prudencia en todo esto. Resulta obvio que la desafección es producto de la ofuscación. Es increíble que se proceda con tanta ruindad, con tanto desprecio y con tanta mezquindad, como lo hace Cárdenas. Lo expreso desde el fondo de mi ser: es increíble. Sólo el gobierno ha actuado así.

Su ofuscamiento le ha impedido entender que a quien agrede perdió un hijo en la lucha por Venezuela, y que él, como abogado y, más aún, desde España, no puede aleccionar sobre entereza espiritual a nadie. ¿Cómo es posible que no se dé cuenta de tamaña insensatez? No se puede ser tan torpe o ciego, hay que ser vil para atreverse.

Lo bueno es que en la nueva Venezuela que se está gestando las personas nos vamos conociendo. Tenemos no sólo un presente sino un pasado que nos señala y descubre.

En ese sentido, mucho se me ha pedido que no me pronuncie, que “deje las cosas así”, que no haga resonancia de la infamia, que “no vale la pena” y que, como expongo arriba, no me preocupe porque en Venezuela cada quien se conoce por sus obras y por sus cobardías, por sus negociaciones a trastienda y por sus mezquindades del pasado. Sin embargo, considero que debo pronunciarme en beneficio de la Venezuela que añoro y en perjurio de la Venezuela que aborrezco.

No puedo negar que me invade la nausea y siento la necesidad de expresarme como testimonio de una labor honesta que se ha intentado realizar en medio de tanta penuria y lástima humana.

Los comunicados del señor Williams –y según entiendo de sus colegas españoles– están escritos con un rencor y una indolencia abrumadores. Esto se descubre por los adjetivos desproporcionados y llenos de insidia que emplea para arremeter contra Merhi y sus abogados. La obsesión es tal que no logran entender que a quienes intentan vejar son los mismos que iniciaron con valentía la solicitud de enjuiciamiento a Chávez; los mismos que fueron abaleados y expulsados a golpes, insultos y con gases lacrimógenos de las instalaciones del Tribunal Supremo de Justicia por acción conjunta de los Círculos Bolivarianos y de la Guardia Nacional; que han sido amenazados de muerte (tanto ellos como sus hijos); que han sido visitados por asesinos en sus casas; que han sido agredidos en la calle; y los mismos que en la actualidad son acusados de traidores a la patria por el gobierno.

Es insólito que Cárdenas ni siquiera respete el trabajo de aquellos que, ahora sí, por ingenuidad y buena fe, lo invitaron a gestionar en España en nombre de la causa.

Ya no es una suspicacia que los comunicados de Cárdenas parezcan provenientes del gobierno, es una evidencia. Las mismas desfachateces y el mismo desprendimiento inhumano que se les escucha a los esclavos del régimen se leen en esos ataques. Hay que detener la afrenta porque el peligro que se corre es que Cárdenas y sus malcriadeces (en combinación con quién sabe cuál poder maligno) intente hacer pedazos el espíritu de una causa que más que personal ya es histórica. Si la acción de este señor es honesta debería de parar por completo sus descréditos. Un dejo de vergüenza lo haría reflexionar y entender lo que en este momento se juega Venezuela: la libertad.

Cárdenas en sus comunicados se olvida que Merhi y sus abogados representan a la gran porción de Venezuela que ha sido afectada por la violencia política del régimen. Se olvida que Merhi ya no es él sino un conjunto de víctimas cuya valentía los ha llevado a solicitar, a través de VIVE, al mundo de las leyes internacionales la investigación y enjuiciamiento de Chávez no sólo en España, sino Venezuela, en La Haya, en Washington, en Florida y en cuanto lugar ha sido oportuno.

En momentos tan urgentes como los que padece el país no permitamos que naufrague la coherencia, mucho menos la conciencia. Sería imperdonable. ¿Quién le puede creer a Cárdenas?

Me atrevo a señalar que es el pérfido dinero –que envilece y pervierte– lo que está detrás de esto. No encuentro otra explicación racional. No existe. La treta obscena del gobierno (y ahora del inefable Cárdenas) que pretende hacer creer que esto se hace por ganancia económica o por fama, es tan estúpida como la boca que la profiere. ¿A quién se le puede ocurrir semejante idiotez? Aquí ni hay dinero ni lo ha habido; ni se ha conseguido la fama ni se pretende. Sólo un espíritu maltrecho puede pensar así, sólo un alma pequeña que no ha llorado, que no ha sido golpeado, a cuyos hijos no se les ha amenazado de muerte o se les ha enmudecido para siempre, puede pensar o siquiera pronunciarse así. Es increíble e inaceptable. No se puede tolerar y se debe repudiar con toda la fortaleza moral que nos fue heredada por nuestro padre fundador Bolívar. Venezuela no vive la hora de la infamia, vive la hora de la esperanza por abolirla. Pensemos como los grandes, seamos como los grandes, actuemos como los grandes, nuestros hijos jamás nos perdonarán la ruindad ni el raquitismo espiritual. ¡Carajo!

Recuerdo a Cárdenas, y lo hago público, que tengo en mis manos el rimbombante documento de solicitud de dinero que él hizo a varias personas en “nombre de la causa”. Esto contrarió por completo nuestras políticas, violó el acuerdo de gratuidad que se ofreció a las víctimas y dio pie a esta penosa controversia. Como se le dijo en su momento, esto no es cuestión de dinero, esto es cuestión de honor y para sumarse a la causa hay que entender que a pesar de los sacrificios personales no se puede pretender ninguna retribución en dinero al respecto. Cualquier solicitud de recursos podía tiznar el espíritu y ánimo de nuestras acciones y el gobierno lo usaría como bandera de ataque contra nosotros. Le reconfirmo que nadie ha obtenido ni ganancias ni beneficios económicos, sólo pérdidas. Con las uñas se ha hecho lo que se ha podido.

Si considera que estas palabras son inciertas lo invito a que se sume a la delirante investigación que el gobierno le ha montado a Merhi y a sus abogados. No hay miedo. Hágalo. No se tiene nada que ocultar. Será otra infamia más en este empinadísimo camino repleto de infamias.

Nuestros valores ni los vendemos ni los negociamos. No hay dinero ni puesto gubernamental que pueda consolar el hondísimo dolor que embarga a uno que ha perdido a su hijo por la acción siniestra y artera de una bala incrustada en el centro de una frente. No es cuestión de dinero, es cuestión de honor, y usted, igual que el gobierno, no tiene la estatura moral para mancillarlo.

Nuestros hijos no podrían, sin pena de perdernos como padres, defender en instancias internacionales las “virtudes” y “bondades” del gobierno y mucho menos en cuestión de Derechos Humanos, como lamentablemente está haciendo su hijo Julián Cárdenas con su anuencia e insólito “orgullo”, lo cual, irrumpiendo ahora sí en lo personal, no es cuestión de enorgullecerse sino de avergonzarse como padre, y más, como venezolano.

Por último, que no se entienda ni confunda esta expresión de repudio –como se ha intentado hacer creer– como un rechazo a cualquier manifestación coherente de justicia que pueda surgir en contra del actual régimen. No dudo en que faltan abogados, acciones individuales y colectivas para prorrumpir en contra del crimen al que se está sometiendo sistemáticamente a la población civil venezolana por motivos políticos. Lo que dudo y siempre dudaré es que éstas sean ejercidas por los oportunistas de siempre con el afán de obtener algo que no es justicia a cambio. Lo dudo porque ante tal situación siempre habrá un poder, un gobierno, un régimen, que ofrezca más. Estas luchas se libran con moral y luces, valores que no todos poseen, valores que las madres y padres de VIVE han demostrado desde el primer día, no así los terceros sospechosos que con sus alardes y estridencias intentan aprovecharse de la ocasión para obtener prebendas.

Esta carta es a un tiempo una respuesta a la infamia y una invitación a la coherencia. Ya basta de mezquindad. Si lo que apremia son algunas monedas, por favor, digan cuántas se requieren para pagar la vergüenza, seguramente no será difícil negociar. Es tiempo de demostrar la catadura ética que nos compone y señala como pueblo. Es tiempo de desmontar la mediocridad y el oportunismo perenne. Es tiempo de rescatar la honestidad.

Es una lástima que ante la llaga histórica, el oportunismo y la miseria humana aún florezcan entre nosotros. Sin embargo, la entereza espiritual no se puede dañar cuando se ejercer con sinceridad. Ni a Mohamad Merhi, ni a VIVE, ni al grupo de abogados que defienden la causa de Lesa Humanidad los podrá mancillar la perfidia gobiernera ni la acción inaudita de algún insensato que circule a su alrededor. Ni una bomba atómica puede acabar con la dignidad humana cuando esta existe. El espíritu no se doblega ante la perversión, se engrandece.

Venezuela renacerá de sus cenizas a pesar de la infamia de los apocados de siempre. Existe la verdad y ella siempre prevalece. En este caso enojoso también prevalecerá…

Gustavo Tovar Arroyo

       tovarr@cantv.net

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