Discurso de Orden en la graduación de Comunicadores Sociales 2004 en la UCAB
 
Rector, Reverendo Padre Luis Ugalde
Doctora Myriam López de Valdivieso, Vicerectora Académica
Ingeniero Lorenzo Caldentey, Vicerector Administrativo
Reverendo Padre Gustavo Sucre, Secretario de la Universidad
Profesora Silvana Campagnaro de Solórzano, Decana de la 
Facultad de Humanidades y Educación
Doctor Max Römer Pieretti, Director de la Escuela de 
Comunicación Social
Profesores Padrinos de la Promoción
Profesores 
Señoras y Señores
Compañeros graduandos
Amigos 

 

Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que salimos de un salón de clases que esto, antes que una graduación parece el primer reencuentro de egresados. En ese sentido, es grato verlos de nuevo. Deberíamos dar las gracias al Ministerio de Educación.

 

El último día de clases salieron las caravanas de la Ucab. La euforia estaba al volante, mientras los vidrios ahumados anunciaban con betún blanco: "Al fin, terminamos". Mi madre, que es profesora universitaria se reía: "¿Terminaron? ¡Si ahora es cuando! ". Pues sí, apenas hemos llegado a la línea de partida.

 

Dicen que uno no se entera del destino de sus compañeros de promoción hasta que sus nombres llegan a las primeras planas de los periódicos buscados por la justicia. "Desfalco… y eso que era tan bueno en estadística".

 

Pero como los números no son nuestro fuerte, vaticino lustre y brillo para esta generación de profesionales. No seré voz de malos augurios. Es lo mínimo, ¿no?

 

Más allá de la especialización, esta carrera nos permite, por encima de otras, hacer llegar mensajes claros que ayuden a recobrar el sentido de la realidad, tan extraviado por estos lares.

 

Somos la voz del ciudadano, es decir, aquella que se opone por definición al poder, siempre excluyente. Somos la voz de todos los ciudadanos, hasta del Ciudadano Kane, porque los poderosos también son ciudadanos, aunque se les olvide con frecuencia.

 

Tenemos un gran privilegio en nuestras manos. Aunque no dejo de temer por una eventual aparición en primera plana. De pronto no habrá que esperar tanto. Somos Comunicadores Sociales y muchas de las togas aquí presentes —entre ellas, la mía— son periodistas; como escribió en una oportunidad mi jefe: "El alma y la carne de los medios". Excelente definición.

 

La semana que viene, el próximo mes… una injuria, quizás difamación. Ojalá que no muera el pez por la boca, o en todo caso, que no imputen al recién graduado por la pluma.

 

Hoy compartimos este inmenso júbilo. También en el gremio, los amigos periodistas intercambiamos números telefónicos de posibles entrevistados, y de una vez, antes de que me sea concedida ninguna información o documento oculto, lo sostengo: no revelaré el nombre de mi fuente. La situación infeliz será cuando tengamos que dividirnos honorarios de abogados. En fin, son los gajes del oficio, sólo que ahora podrían pagarse caro.

 

Y quien crea que los periodistas somos los únicos que estamos en la mirilla del poder, se equivoca amargamente. De aquí salen creativos, productores, guionistas, escritores y hasta posibles cineastas. Si se ve la imagen en negativo o quizás ya impresa a todo color, la ley Resorte nos pone a brincar, y no necesariamente de alegría.

En camino está la ley de universidades, y el ser egresados, no nos hace indiferentes. El desafío para los comunicadores sociales es de dimensiones extraordinarias.

 

El panorama se ennegrece cuando el verde oliva altera el tono de la paleta. Quien no haya sentido el sabor del gas lacrimógeno, al menos una vez, o tratado de esquivar un buen golpe de peinilla como que no hizo la pasantía completa.

 

No se me olvida que en el Táchira, un dirigente estudiantil de COPEI, Danny Ramírez está condenado a seis años de presidio en el Centro Penitenciario de Occidente por complicidad inmediata en rebelión civil, por el hecho de protestar ante la gobernación del estado el 12 de abril de 2002. Frente a excesos de autoridad, me consuelo pensando que si bien ellos tienen las armas —y las cárceles—, nosotros podremos contraatacar con la inteligencia.

 

Esto me recuerda una de mis grandes frustraciones como estudiante: "¿Qué hacemos?". Hasta el desespero de las lágrimas ése fue nuestro lema durante los picos más altos de las innumerables crisis políticas, acentuadas hacia el final de la carrera. "¡¿Pero qué?!". Terminada la clase, recogido el bulto y nos vemos mañana.

 

Para algunos abandonar el país se perfiló como la mejor salida. "Un éxodo que nos debilita", me aclaró un profesor. De hecho, algunos han regresado sólo por esta convocatoria. Es una pena, pero somos exportadores de algo mucho más valioso que el petróleo: talento.

 

Hay que salir y ver mundo. Eso, sin duda alguna. Para mejorar, para resarcir las deficiencias que arrastramos desde las aulas que recién abandonamos. Tengo la confianza de que es así. No somos escapistas. Sólo con nuestro ingenio, creatividad y conocimiento podremos enfrentar el desasosiego de la historia.

 

Pero algo hicimos. Si hasta hubo una protesta interna que llegó a la autopista y salió por Globovisión. Un mérito del centro de estudiantes del momento, conformado en su mayoría por semestres menores al nuestro. Entre nosotros hubo y sigue habiendo grandes entusiastas que se involucraron con las autoridades universitarias y que hicieron lo posible por velar por nuestros derechos.

 

En alguna oportunidad recogimos firmas de apoyo para periodistas en aprietos, fuimos a marchas en grupos separados, pero las pancartas de la Ucab se vieron. Ah! Y a la mitad del octavo semestre, casi al final, salió una plancha del grupo de periodismo. Se llamó 8 y medio . Perdimos. Pero me queda el recuerdo de haber llegado al segundo lugar, por encima inclusive, de aquella otra plancha identificada con el amarillo y el negro, el partido de simpatías juveniles y justicieras. Aquello me dejó la certeza de que seguimos buscando mejores alternativas y el rechazo a la politización de las aulas, fue rotundo.

 

Tuve que esperar las vacaciones académicas para asistir a mi ciclo Fellini y en la privacidad de mi VHS ver la película a la que robamos el nombre. Descubrí la belleza de Claudia Cardinale y la música mágica de Nino Rotta. El punto es que entendí que las mejores cosas se aprenden después de la universidad.

 

Para algunos el paso por la Católica fue un gran viaje metafísico. Para otros, un vuelo con turbulencia que terminó en aterrizaje forzoso. Yo me apreté el cinturón y me pegué a la butaca. Fue duro y complejo. Valió la pena por las amistades que forjamos, por ese profesor —él, ella— que nos cambió la visión, por los libros que leímos —quizás no tanto por las guías en fotocopia— y porque superamos la carrera de obstáculos que nos trajo hasta aquí.

 

Ser egresado de la Ucab es algo difícil de ocultar. Al menos, eso dicen. Pienso que haremos lo posible por rendir honor al crédito. Y esperemos que la Universidad haga lo propio con nosotros. Este ha sido un trayecto histórico que recordaremos siempre. Nuestros docentes, directores y coordinadores también. Que nuestra experiencia se traduzca en reflexión para ustedes y en mejoras para los que vienen. De nosotros, también se aprende.

 

Aunque en oportunidades salimos con el desaire: "Mamá, papá… ahora no. Estoy en tesis… déjame en paz". Alcanzamos la meta y ya lo pueden decir con orgullo: "Te graduamos". Con ustedes, los tíos, los hermanos mayores que se ocuparon de nosotros, quien nos haya representado durante esta travesía, compartimos el logro. Y seguiremos adelante. No siempre los complacemos y en ocasiones, hasta los defraudamos. Pero hay que decirlo: Hasta aquí llegamos con su ayuda y a ustedes nos debemos.

 

Cierro con Paul Valéry: "La libertad, palabra inmensa, palabra que la política ha utilizado ampliamente —pero que proscribe, aquí y allá, desde hace algunos años— la libertad ha sido un ideal, un mito; ¡ha sido una palabra llena de promesas para unos, llena de amenazas para otros! Una palabra que ha enfrentado a los hombres y agitado las calles", fin de la cita. Escrito en 1939, La libertad del espíritu es un texto para leer. Somos espíritus libres y no lo dejaremos de ser.

 

Defiende Valéry: "La libertad de pensamiento existe en la medida en que no está limitada por el mismo pensamiento". Es decir, tener libertad para pensar y además, pensar en algo. Entonces hacer. Ese será nuestro reto definitivo.

 

Agradezco esta distinción. No me propuse hablar por todos, aunque sí en honor a todos, sin abandonar mis posiciones. Lamento no ser políticamente correcta. Sencillamente, no puedo.

 

Gracias por haber prestado sus oídos.

 

Andrea Daza Tapia
UCAB, 2005.03.04

regreso a documentos            regreso a DDHH