`EST FINI, KAPUT,

SE ACABÓ, É FINITA,

IT`S OVER, THE END

ALEA IACTA EST

la suerte está echada

ALBERTO FRANCESCHI G.

La suerte está echada. La ridícula comedia llega a su fin. Al pirata de la sabana le queda apenas el tiempo para echar sus últimas maldiciones sobre esta tierra de gracia que le vio nacer, que le ofreció educación y que le proveyó de todo el poder que no tuvo venezolano alguno en dos siglos, salvo Juan Vicente Gómez. Pudo generar felicidad para el pueblo noble, al que le prometió el paraíso pero solo les deparó el averno. Terminó defraudando como nunca a los más infelices que desesperadamente se agarraban a su ropa y buscaban su mirada con ojos desorbitados para merecer su esquiva compasión.

Allá en su polvorienta Sabaneta, donde Cadafe espantó al “silbón” y la “sayona” y otros esfuerzos de adecos arrinconaron el analfabetismo y el hambre de tierras, sus sueños de infancia se trastocaron en esa pesadilla que le atenazó el alma una y otra vez hasta armar la conspiración y lanzarse al frenético activismo político dentro de los propios cuarteles, a los que no abandonó jamás en la estreches de miras. No quiso ser un oficial consciente y estadista sino un inadaptado, que utilizó las armas del Estado, para saciar una sed incontenible de poder y corrupción.

Desde que recorrió en alpargatas su pueblo llanero perdido en los horizontes infinitos, vendiendo las empanadas de la abuela Rosinés, nunca se detuvo a pensar que sus amiguitos de escuela tuvieron padres y abuelos palúdicos y que la democracia empezaba a redimirles cuando él se imaginó que su audacia lo haría mejor si se tiraba el lance, la parada de audaz improvisado, utilizando los brebajes ideológicos de su izquierdismo inculto, inoculado en su memoria esponjosa, por esa vieja izquierda venezolana formada en pasquines y cartillas cuarto-mundistas que educaban para fortalecer vocaciones de espías rusos, chinos o cubanos.

Seguramente llegaron por Barinas algún lote de folletos gratuitos canalizados por la librería “Viento del Este” de ochoita, propagandista del maoísmo en estos trópicos y Hugo le agarró rápido el golpe a aquellos folletines lacrimosos que contaban la historia del camarada Mai tsem tze, patrullero del rio Yantzée que da la vida peleando contra los contrarrevolucionarios- la otra tendencia del partido- enemigos del pensamiento de Mao.

Pero alea iacta est, todo se terminó, como dice la canción con la que serenateó ante ventanas de postigos entreabiertos, tantas veces pegando lecos, imitando a Manzanero, con su corte de acólitos que ya cultivaba, hasta ahora cuando le cuidan cinco círculos concéntricos de agentes cubanos enviados por Castro para defender el petróleo gratis que de puro bribón Chávez le regala a la Isla y porque ya no confía en sus compatriotas.

Hasta aquí llegamos Hugo Rafael. Tuviste el pueblo y lo perdiste, tuviste muchos líderes gremios, grupos y hasta grandes partidos dispuestos a acompañarte, si dabas alguna vez un paso sensato y se quedaron esperando... solo les insultabas. Últimamente ya sin convicción lo haces por maledicencia, hábito de pensar en carroña y sobre todo para ocultar que fracasaste tú sólo y quieres endosar la cuenta al pasado como tanto te resultó al principio.

Tuviste a las FFAA, no porque te fueran devotas, si no por la disciplina que se les enseñó por décadas, para respetar a los representantes electos del pueblo que ni siquiera tu golpe sanguinario y magnicida de 1992 pudo alterar.

Vuelve el cimbronazo de Abril pero en Octubre. La forma cambiará pero el contenido es el mismo, por la sencilla razón de que estamos ante un único y mismo proceso. La única revolución que existió en estos años en que Chávez vio revoluciones hasta en el defecar de los perros, fue la que estalló del 9 al doce de abril del 2002 contra él y que derribó su gobierno y su régimen y en realidad la única digna de tal nombre desde el 19 de Abril de 1810. Conozcamos la historia. Ningún desenlace proviene de un acto único. Son varios episodios pero de un sólo continuum.

El aún presidente no entiende que una prodigiosa movilización, de millón y medio de ciudadanos sublevados y esperanzados, a los que detuvo matándolos a granel, produjo, sin embargo, el estallido del régimen y generó el vacío de poder que lo expulsó del palacio y trajo a Carmona.

Chávez no entiende, por su acendrada y densa cultura, obtenida del libro “mi vaquita”, que ese mismo vacío profundizado por Carmona, cuando éste disuelve todos los poderes, origina a su vez la caída de Pedro Primero. Al final es ese mismo y único vacío el que acabó por devolverle, desde La Orchila a Miraflores, en aquella madrugada en que la jefatura del Ejército no encontró la forma de cambiarle el rumbo al país.

Sólo comprendiendo Abril entenderemos lo que es ahora inminente: la irremediable caída del locoide. Chávez por ignorante nunca comprendió eso de cosechar tempestades cuando se desatan fuerzas sociales y políticas incontenibles. Quiso hacer una revolución y no supo siquiera como plantearla para darle un mínimo de permanencia, de éxito inicial, de cambio irreversible aunque sea en algo elemental.

Terminará esta aspaventosa e improvisada trama, una de estas madrugadas, a plomo y pólvora, por donde todo comenzó un aciago 4 de febrero cuando amaneció de golpe. Porque el sucesor de Mao, de Gengis Khan, de Pericles, de Alejandro El Grande de Macedonia, del agachao y Maisanta, el “panabulda” de Fidel, cerró todos los caminos e interpuso todas las trabas para aferrarse al poder de una manera lunática, extravagante, enfermiza, infantil con el perdón de los niños, como de berrinches cuando le quitan su juguete predilecto.

La suerte esta echada, nada ni nadie detendrá el irrefrenable curso de la rueda de los acontecimientos, desencadenados lamentablemente como menos hubiéramos querido. Lo que posterguen ahora deberán hacerlo en peores condiciones cada día que pase.

A Chávez se le perdonó todos sus dislates, su poder burlesco, su mitomanía, su absoluto desdén por la majestad y seriedad del poder de estado, se le perdonó enterrarnos en una miseria sin precedentes, en la anarquía social, pero jamás se le perdona que intentó, tras su mascarada de soldado, querer destruir las FFAA para eternizarse en el poder apoyado en diez mil vagos y lúmpenes armados y en la policía política de Castro dando órdenes a un país que sólo poblado por cretinos aguantaría ese designio siniestro.

Si se lleva el avión tendrá que devolverlo y el mundo se le hará pequeño. Y le echaremos el guante a quien saqueó este país y mandó a matar para seguirle escapando a sus pesadillas de mocoso resentido, que cambió la venta de empanadas por la pretensión de arruinarnos la vida a veintidós millones, con sus loqueteras zamoranas que aprendió de los genes del cuatrero Maisanta.

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