Venezuela ha comenzado a transitar el camino hacia la guerra civil

 

Norberto Ceresole

 

Martes, 14 de marzo de 2000

La polarización política que ha planteado la candidatura presidencial del teniente coronel Arias Cárdenas —en tanto única polarización posible— es el inicio de un camino que, si no se lo bloquea a tiempo, desembocará inexorablemente en una catastrófica guerra civil en Venezuela. Lo que hoy está actuando en este país, por encima de todas las coyunturas, es el viejo principio clausewitziano de la "ascención a los extremos".

La de Arias es la única polarización posible porque dentro del sistema anterior de partidos, no existe ninguna equivalencia ni siquiera imaginable. El poder de Arias, su legitimidad, literalmente, es un sub-poder y una sub-legitimidad derivados de la existencia previa e insoslayable del Caudillo: Arias es el anti-Caudillo (lo sub-poderoso y lo sub-legítimo). Tal derivación subalterna es la vía que adopta la restauración "democrática", proclamando a diestro y siniestro sus “grandes principios” universales y universalistas de siempre. A mí me recuerda el discurso de la OTAN a pocos días de machacar Belgrado con bombas de grafito.

El único personaje disponible para realizar esta vasta y compleja operación es un hombre remotamente emparentado con el Caudillo, “tocado” por él, a pesar de haberlo traicionado reiterada y sistemáticamente, optando siempre por alternativas patológicamente menores (lo de “repartidor de leche” de Caldera es técnicamente exacto, aunque no represente la más rastrera de sus acciones).

Se ha seleccionado con toda exactitud no sólo al candidato, sino sobre todo a sus circunstancias (con sabiduría, se han desechado a otras figuras menores, como la del descerebrado Urdaneta, que nunca debió haber alcanzado el grado de sargento). Porque el objetivo real tras las imágenes no es ofertar una alternativa “democrática” al “caudillismo populista”, sino eliminar radicalmente esta última realidad, cuanto antes, por medios políticos, si fuese posible; eliminarla antes de que se convierta en un hecho estratégico definitivo y definitivamente desestabilizador de la América Meridional.

Naturalmente la eliminación política —indolora— del principio caudillista, que está en la naturaleza e informa a la revolución venezolana, es por definición una empresa imposible: y ello se sabe con certeza en Washington. En definitiva el cambio de régimen sólo se podrá realizar por la vía de la fractura militar, es decir, de la guerra civil. Ese conocimiento exacto está en el núcleo del crimen que se piensa cometer.

A esta estrategia del enemigo le debe corresponder una contraestrategia nacional y popular, aún inexistente. A través de su implementación rigurosa, el Caudillo no sólo debe ganar políticamente las próximas elecciones. Sino obtener, en el momento oportuno, una victoria militar aplastante, y si fuese posible “preventiva”, en la guerra civil que se cierne sobre el Oriente de la Gran Colombia. Lo urgente por lo tanto es expulsar cuanto antes (a más tardar el 30 de mayo de 2000) a la Weltanschauung de los Rangel y Cía, y a las mafias étnicas y económicas que los sustentan, enemigas declaradas de la revolución. Y, de paso, licenciar pacíficamente a ese “saco de gatos”, a esos inútiles para todo servicio, a esos revolucionarios de opereta que son los dirigentes de un business llamado “quinta república”. La polarización planteada es, paradójicamente, el tiempo final de un juego político que se desarrolló irresponsablemente, con irrealismo y “falsa astucia”: a ritmo rococó-tropical, sin rozar siquiera lo versallesco. Como si este conflicto fuese un gentleman’s agreement.

La fórmula de la victoria política y militar es tremendamente simple: solidificar la ecuación Caudillo+Ejército+Pueblo. No hay ningún otro camino para ahorrar sangre venezolana. Y en la mejor opción, para demostrar que la cuota de sacrificio que deberá poner el enemigo sobre el campo de batalla será de una magnitud tan horrorosa y contundente, que resulte suficiente su sola imagen o mención para limitar su estrategia, paralizar sus movimientos y anular sus intenciones.

http://www.analitica.com/va/politica/tips/3412290.asp

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